Existe el crimen perfecto? No, el criminal siempre deja alguna huella. Impedir la transferencia de material entre el criminal y la víctima o en el lugar de los hechos es imposible. Nuestra labor es encontrarlo. Jorge Gonzáles. Médico forense del caso actual.
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jueves, 4 de agosto de 2011
nuestra búsqueda no cesa. todos los días, le pido a Dios con fe, con humildad pero con fuerza "ayúdame Señor a encontrar al asesino" obra de tal modo que él mismo se delate.
es evidente que el psicópata lanza señales de su accionar las que pueden ser ocultas para su entorno o semiocultas porque tienen un fin claro. mostrar su inteligencia. demostrar que "él" no duda un instante en conseguir lo que se propone. algunas veces esta intención de actuar sobre determinada persona que ha elegido como su víctimas, para el psicópata aparece muy claramente en el "plan de dios" para llamarlo de alguna manera y es que el delincuente de cuello blanco y corbata, amanerado en sus gestos y palabras, bien presentado y al parecer "cortés y amable" está actuando en ejecución de "un mandato divino". sus ideales están por encima del común denominador, el sujeto mantiene "un diálogo con dios" que le dice lo que tiene que hacer, y toma al pie de la letra ciertas máximas del Evangelio o del Viejo Testamento. "si tu mano te es ocasión de pecado, córtala y no peques más". de modo que los signos que envía fuera de sí, son las maneras de mostrar que está actuando en un plano "divino. sobrenatural", de ahí que no resulte extraño que la ciencia los haya llamado "puritanos" o más claramente "iluminados" y ésto es lo que aparentan y de lo que están convencidos...por tanto sus crímenes "no son tales", sino acciones inspiradas en su falsa religiosidad, inclusive llegan a pensar que "se están santificando" y ganándose el paraíso con su crimen.
miércoles, 3 de agosto de 2011
este último informe revela que "el monstruo de Noruega" llamó a la Policía y se entregó en contacto de 3 segundos..."la operación concluída" lo que muestra el grado de fría planificación que llevó su increíble maldad.
El autor de los atentados de Noruega, el fundamentalista cristiano y ultraderechista Anders Behring Breivik, telefoneó a la policía trasasesinar a decenas de jóvenes en la isla de Utoya para comunicar su disposición a entregarse, informó hoy el diario local «VG».
«Breivik. Comandante. Integrado en el movimiento de resistencia anticomunista contra la islamización. La operación ha sido completada, quiero entregarme a Delta», dijo en apenas tres segundos Breivik en una llamada a la comisaría de distrito de Buskerud Sur.
El agente que recibió el mensaje telefónico intentó devolver la llamada a Breivik en el acto, ya que coincidió con las decenas peticiones de auxilio de sus víctimas en la isla, pero éste ya no contestó, según el rotativo noruego.
Sin embargo, entre los objetos que las fuerzas de seguridad se han incautado en el campamento juvenil de Utoya, donde murieron 69 personas, no aparece el momento el teléfono móvil de Breivik, según las primeras investigaciones.
Los equipos de los servicios de inteligencia noruegos trabajan aún en la isla, en busca de nuevas evidencias que aporten más datos sobre lamasacre del pasado 22 de julio.
Los investigadores consideran, por ésta y otras acciones, que el agresor quería salir con vida del doble atentado, algo que encaja, a su juicio, con el interés de Breivik por difundir su ideología fundamentalista cristiana, ultraderechista e islamófoba.
Mientras tanto, el presunto autor del doble atentado permanece completamente aislado, vigilado 24 horas al día para evitar que intente suicidarse y entre fuerzas medidas de seguridad para que no sea atacado por otros prisioneros.
El pasado 22 de julio, Breivik hizo explotar un potente coche bomba en el barrio gubernamental de Oslo -matando a ocho personas- y luego irrumpió en un campamento de las juventudes socialdemócratas y tiroteó a la multitud durante casi una hora, asesinando a 69 participantes, en su mayoría jóvenes y adolescentes.
martes, 2 de agosto de 2011
maldad patológica y maldad ideológica. el psicópata de Noruega no está loco, es que delibera y friamente persigue hacer daño. lo tiene asimilado y lo ejecuta. un monstruo! como el que ando buscando en Gotemburgo
La defensa del noruego Andres Breivik girará en torno a su presunta locura. El abogado defensor intentará persuadir a los jueces con un razonamiento muy extendido: ¿quién, que no esté absolutamente loco, es capaz de organizar semejante carnicería entre un grupo de inocentes? A lo que tal vez agregue un elemento adicional que reforzaría su tesis: el señor Breivik tomó alguna droga antes de cometer sus asesinatos. Esos psicotrópicos afectaron su conducta.
Ignoro si la justicia noruega aceptará esos argumentos. Espero que no los tomen en cuenta. Son producto de la interesada confusión entre la maldad patológica y la maldad ideológica. La maldad patológica deriva, en efecto, de un trastorno de la racionalidad. El loco oye voces, a veces acompañadas de visiones, que le piden que mate. Él se limita a obedecer esas órdenes. Usualmente, a ese tipo de demente lo clasifican como esquizofrénico. Es posible, incluso, que las voces y las visiones tengan un componente positivo: Juana de Arco, entre otros muchos “visionarios”, probablemente era una esquizofrénica que militó en una causa noble.
El malvado ideológico es otra cosa. Es alguien que puede hacer daño sin ningún freno moral porque sus creencias y valores lo autorizan para ello. Hitler no era un loco. Era un malvado ideológico convencido de que debía exterminar a los judíos, a los gitanos, a los Testigos de Jehová o a los homosexuales porque eran seres dañinos para la especie. Lenin, Stalin o Mao eran también malvados ideológicos. Para ellos el asesinato en masa de los “enemigos de clase” no constituía un crimen sino una necesaria obra de limpieza revolucionaria que se ajustaba al catecismo marxista y a la dictadura del proletariado.
Cuando Hugo Chávez, en 1992, ataca la mansión presidencial y provoca centenares de muertos en las calles de Caracas, o cuando le escribe una carta de solidaridad a Carlos Ilich Ramírez, el despiadado “Chacal” autor de innumerables crímenes, no es víctima de una distorsión de la realidad, sino de un juicio ético pervertido por la ideología. La muerte violenta de sus adversarios, simplemente, le parece justificable. Por eso no tiene inconveniente en abrazar a Ahmadineyad, el tirano iraní que afila la espada nuclear para acabar con los israelíes.
Incluso los matarifes de las bandas de narcotraficantes son malvados ideológicos. Sus abominables acciones no derivan de creencias políticas, sino de intereses y valores tribales que generan sus códigos de comportamiento: para ellos decapitar inmigrantes o extorsionar a los trabajadores es legítimo porque les genera dinero y les gana el respeto de la banda a la que pertenecen y el terror de la sociedad sobre la que imperan.
En realidad, los malvados patológicos son muy pocos. La fauna que abunda es la de los malvados ideológicos. Como nos reveló el Premio Nobel Konrad Lorenz enSobre la agresión, los seres humanos carecen de frenos instintivos que les impiden hacerles daño a sus congéneres, horrible descubrimiento al que acaso no fue ajena su propia y lamentable militancia en el partido nazi, hecho del que se arrepintió en su momento.
Prácticamente, cualquier ser humano “normal” puede torturar cruelmente o asesinar a otra persona si sus ideas, creencias, intereses, valores y atmósfera social así lo demandan. Siempre recuerdo la sorpresa que me causó saber que cerca de mi casa en La Habana vieja, hace ya muchas décadas, existía una siniestra edificación del siglo XIX, “el azotadero”, a donde las personas honorables llevaban a sus esclavos desobedientes para que los desollaran a palos. Generalmente, acudían a ese sitio tras escuchar misa en la hermosa Iglesia del Ángel.
No hay que dejarse confundir con los malvados ideológicos. Hay que castigarlos con la severidad que permita la ley y con el desprecio público por sus actos. Y hay que comprender que la única correa capaz de sujetar al feroz animal que duerme en el corazón de nuestra especie son las instituciones surgidas de la Ilustración para proteger los derechos individuales y para limitar y fragmentar la autoridad de quienes ejercen el poder. Sólo estamos a salvo del zarpazo de los otros cuando nos contenemos todos con la camisa de fuerza de la institucionalidad proporcionada por la democracia liberal. Fuera de ese marco comienza la selva. (Texto publicado en El Dia de SC, autor: A. Montaner)
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